Buscando al Memo
Historia de un padre y un hijo.
El padre es un payaso de esos que lo ves y
dices: “¡Pero qué payaso!” Y el hijo es
un memo, que no sabe hacer la “O” con un canuto. Como decía su profesora: “Un
cacho carne con ojos, que está ahí porque tiene que haber de todo en este
mundo”.
Un día se van de excursión con el colegio y el memo, a la vuelta, en vez
de meterse en el autocar de su colegio, va y se mete en otro autobús que va a
otro sitio sin que nadie se dé cuenta ni le echen de menos al cabo de varios
días (ya le vale al padre, pero hemos dicho que es un payaso y no hay de qué
extrañarse).
La pinícula se convierte en un va y viene en el que se pasan más de tres
cuartos de hora buscándole infructuosamente, pues cuando llegan al lugar donde
creen tener una pista, el tonto-el-haba se las ha pirado el día antes.
Soporífera y exasperante. Menos mal que no llegó a exhibirse en pantalla,
porque los corren a palos desde el productor al chico del botijo. Y no se
exhibió porque el protagonista (el hijo) era memo de verdad y de vez en cuando,
cuando se suponía que estaba perdido, asomaba la cabeza por detrás de alguno de
los decorados y gritaba: “¡Cu cú, aquí estoy, no me encontráis!” y había que
cortar, volver a rodar…, hasta que dimitió el cámara.