Desgraciada la casa que no
entra nadie.
La abuela era muy sociable y le encantaba hacer visitas y
recibirlas. Para ella una casa debía ser un lugar de encuentro para amigos y
vecinos. Si no era así, se entendía que el dueño de la casa no era muy sociable
y se quedaría aislado de los demás.
Hay que decir que antiguamente la forma de vida en los pueblos
facilitaba este tipo de relaciones. En la actualidad la vida en las ciudades
fomenta lo contrario: el aislamiento y el desconocimiento de quién vive a tu
lado.
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