El
hombre que susurraba a los camellos
Cuenta la historia de un
hombre que de pequeño nunca recibía los regalos que le pedía a los Reyes Magos;
lo típico, que pedías una bicicleta y te traían un diccionario. Así que decide
ir al grano y aprende a comunicarse con los camellos con la intención de gozar
de ciertas influencias para conseguir lo que desea. Después, cuando se hace
mayor, conserva ese don y se lo va transmitiendo a toda criatura que se
encuentra; de tal manera que las madres se cogieron un mosqueo morrocotudo
porque los niños pedían una bici y los magos de Oriente traían la bici y no el
diccionario que es mucho más educativo.
Hasta que una madre,
desesperada porque su hijo es un zopenco y necesita con urgencia el
diccionario, se recorre medio mundo para hablar con el susurrador y pedirle que
convenza al camello para hacer lo que más conviene. El hombre accede, pero el
camello o no le entiende o si le entiende no le hace ni repajolero caso y le
regalan a la criatura un bote de pintura en spray y una chupa de cuero con
muchos clavos para que se entretenga por ahí y entonces es cuando se lía parda.
Solo le faltó al niño que le
dieran el botecito de marras para que se pusiera a hacer pintadas en las
cámaras, en los atrezzos y en los decorados. Y es que un decorado que tiene que
salir en pantalla y en el que se lee: KUKARACHO
ESTUBO AKI no queda nada bonito.