Unas judiítas…
Una tarde-noche de verano, mientras se hacía la cena, la abuela
estaba sentada al fresco charlando animadamente con las vecinas. Ese día les
había dado por decir adivinanzas. Una de las vecinas decía una adivinanza y la
que acertaba planteaba a su vez otra, y así, hasta que se cansaban o era la
hora de cenar.
En estas que sale mi abuelo con toda tranquilidad y les dice a
todas:
- Os voy a poner yo una
adivinanza a ver si la acertáis.
Las vecinas se prestaron a que mi abuelo dijera su adivinanza y,
aunque la abuela se sintió contrariada por la interrupción, no puso objeción a
que la dijera.
Así que mi abuelo comenzó:
- “Unas judiítas
muy judiadas
que en lugar de ser cocidas
van a ser asadas”.
Mi abuela soltó un grito, pues se le había pasado que tenía unas
judías verdes cociéndose en la lumbre y, por culpa de las adivinanzas, habían
quedado, efectivamente, más que asadas; se había evaporado toda el agua y
habían comenzado a quemarse y a pegarse en el fondo de la olla.