La
fea despierta
Érase una vez una niña que, cuando nació,
todos en el reino se quedaron espantados. Era tal la fealdad de la criatura que
las hadas solo pudieron darle dones para compensarle: que sería muy simpática,
que sacaría muy buenas notas, que trabajaría de cajera en un supermercado…
Incluso el hada mala se apiada de ella y
no le echa ninguna maldición, pues le da pena de los pobres padres que ya
bastante tienen con la monstruita.
El caso es que los padres intentan
casarla con todo el que se pone a tiro, pero no hay manera.
Hasta que un día llega al palacio un
príncipe azul, que no es otro que el pitufo de las gafas (por eso lo de azul) y a ese se la endilgan
porque es azul y, sobre todo, porque no ve ni tres en un burro.
La pinícula estaba pensada para críos
pequeños, pero en los pases previos al estreno, todos los niños se ponían a
llorar en cuanto asomaba la protagonista. Entonces le pidieron al dibujante que
cambiara el personaje, pero el dibujante era muy malo y no sabía dibujar más
que a la princesa fea, así que le despidieron y, al haberse acabado el dinero
para la producción no pudieron contratar a otro dibujante.