Cacablanda
En un selecto club de Tombuctú, en plena guerra, alemanes y americanos
sueñan con regresar a sus respectivos países. Mientras tanto han de buscar la
manera de sobrevivir en medio del desierto. En el club, la atracción es Sam, un
anciano de raza negra que toca el piano y al que por cuestiones racistas, nadie
respeta y todos le toman el pelo.
Como el pobre es medio ciego, una de las bromas que le gastan es colocarle
una ñorda de camello en una de las teclas para que la pulse sin darse cuenta.
Al hacerlo se le manchan los dedos y siempre hay alguno que le grita:
- ¡Tócala otra vez, Sam!
Al final, Sam se harta y decide tomarse justa venganza. Esta será doble:
por un lado consigue agenciarse un visado para Nueva Orleans que alguien había
pagado a precio de oro, pero que el astuto Sam logra birlar sin que se den
cuenta; por otro lado agarra un bidón de queroseno del que tienen para los
aviones y quema el local con medio centenar de nazis dentro.
Cuando está a punto de embarcar para su libertad, el jefe de la policía le
para y advierte que la foto del visado no se corresponde con la realidad.
- Es que en Tombuctú hace “mucha calor” y me he puesto moreno – contesta
Sam.
El policía intenta replicar, pero Sam se anticipa y, visiblemente molesto
le espeta:
- Esto no es el principio de nada, yo lo que quiero es salir de aquí de
una puñetera vez.
Y se las pira en el avión llevándose a la chica.
El problema de no ponerla en circulación fue meramente técnico. Una
tontería. Y es que la peli iba a ser en color, pero el cámara se confundió y
metió un rollo de blanco y negro. El director se enfadó, despidieron al cámara
y quisieron volver a rodarla; pero era mucho trabajo y decidieron dejarlo.